viernes, 19 de agosto de 2011

El orfanato. Papá y mamá. El mar. Un regalo. Mi primer día de clase. Mi amiga Selva. Buscando monstruos bajo la cama. El parque. Todos me gritan “sorpresa” en mi cumpleaños. De excursión. Un hermanito. Nieva. Monto en globo. Nos graduamos. Me gastan una broma de novata. Una noche en vela. Trabajo en verano. De Erasmus en Nueva Zelanda. Él… Luego vacío. El doctor Pehuen dio la noticia a la afligida familia de forma imprecisa. Se desconocía la causa. Por la tarde, los documentos y el cadáver estaban listos. Tras el examen externo, el técnico del doctor hizo una incisión atravesando el tejido subcutáneo y cortó los cartílagos hasta la segunda costilla cuidadosamente. Separó el diafragma desde el esternón hacia las costillas y cortó con el bisturí el esternocleidomastoideo desencajando el manubrio de la clavícula y la primera costilla para extraer la parrilla costal. No hizo falta más que examinar la cavidad torácica para ver dónde estaba el problema. Pehuen, su técnico y el costótomo observaron con gran asombro el inexplicable motivo de la muerte de la joven. Allí, en el hueco donde debía estar el corazón, no había ninguno. Lo que sí había, eran unos cuantos pedazos de cristales rotos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario